Tiempo para dos

Le dije que no tenía tiempo que perder con una persona débil y cobarde. Entonces me abrazó y sacó de su bolsillo un viejo reloj que pertenecía a su padre y exclamó: "Aquí tienes, yo te doy mi tiempo más valioso. Quédate, porque contigo aprendo a ser valiente y fuerte". Brotaron de mis ojos unas lágrimas casi espesas, cargadas con las fuerzas que necesitaba para que mis brazos la rodearan y poder sostenerme en pie. Me dejé caer sobre su hombro y rompí en llanto. Me abrazó con sus delgados y frágiles brazos y sonrió. Fue entonces cuando finalmente comprendí: yo era el débil y cobarde. Que ella tenía además, el corazón que a mí me faltaba. Ambos nos necesitábamos